viernes, 23 de abril de 2010

La lección de la abeja.


Hasta no hace mucho tiempo atrás, para algunos ingenieros aeronáuticos era técnicamente imposible que una abeja pudiera levantar vuelo. Los cálculos indicaban que en relación al peso del insecto, las alas eran demasiado pequeñas como para lograr sustentarlo en el aire, por si fuera poco, el cuerpo regordete no tenía la aerodinámica necesaria como para que la abeja pudiera volar.


Sin embargo las abejas seguían con el diario trabajo que la Naturaleza les había encomendado desde hacía milenios. No se amilanaron por el pensamiento racional de los científicos de turno, e ignoraron a los que intentaban demostrar mediante fórmulas matemáticas la no probabilidad de su tarea.

Y por más que los cálculos indicaban lo contrario, esta humilde trabajadora alada seguía encargándose de polinizar nuestros cultivos y de endulzar con su miel al mundo. En definitiva hicieron caso omiso de quienes intentaban explicar la imposibilidad de lo posible.

Historias como éstas las vemos todos los días, y vaya si las habremos enfrentado. A veces no nos animamos a levantar vuelo por el sólo hecho de aceptar como cierto el pensamiento lógico que intenta desalentar a quienes tienen metas o sueños presuntamente inalcanzables.

Uno debería darse un respiro más a menudo y detenerse un minuto a pensar en la lección que la humilde abeja nos estuvo dando todo este tiempo. Es así que deberíamos encarar los retos de la vida tal y como la colmena encara los desafíos que a los ingenieros les parecieron imposibles de cumplir.

Deberíamos más frecuentemente dejar la racionalidad un poco de lado, y en lugar de pensar como seres humanos actuar como abejas desconocedoras del significado de la palabra imposible.

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