lunes, 25 de febrero de 2008

No juzguéis...


No juzguéis, y no seréis juzgados.

Una frase por demás importante que Jesús promulgó a sus discípulos. Importante pues a mi entender, aquí no hacía referencia al hecho de juzgar crímenes o faltas graves, sino, a esos juicios que emitimos diariamente, negligentemente a veces, ante hechos, actitudes o acciones tomadas por los que nos rodean.

Al juzgar, estamos valorando en base a nuestras vivencias, nuestros prejuicios, y nuestros propios puntos de vista, sin considerar los problemas o circunstancias en las cuales estaba inmersa la otra persona al momento de tomar sus decisiones.

Está claro que no somos dioses, y que es bastante difícil el llegar a conocernos plenamente a nosotros mismos, así pues, con que derecho somos capaces de poner en la balanza las decisiones tomadas por otro, cuando ni siquiera podemos saber como reaccionaríamos nosotros mismos bajo presión?. No sería mejor acaso, el tratar de comprender?, de evitar la dureza en nuestras apreciaciones?

Pienso, en las veces que agobiado por problemas personales, he tomado caminos que muchos han considerado errados. Pienso en las amistades, relaciones, o forma de enfrentar las situaciones difíciles, que han provocado algún tipo de juicio malicioso por parte de terceros. Y me pregunto, como un espectador lejano, ha sido capaz de juzgarme, sin estar dentro de mi piel, no viviendo lo que yo he vivido?.

En mi humilde opinión, juzgar es fácil, pero injusto y hasta peligroso, provoca angustia en la persona juzgada, y rebaja al que juzga. Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos equivocado, somos humanos, no somos infalibles, y esto nos demuestra que no estamos capacitados para ser jueces de nadie.

La vida es demasiado corta y valiosa como para gastarla en actitudes que solo provocan amarguras en quienes nos rodean, solo comprendiendo, seremos comprendidos.

No juzguéis, y no seréis juzgados.

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