lunes, 29 de octubre de 2007

El viaje.


Hasta ahora, solo cosillas de mi autoria habian poblado El Altillo, pero hoy, recibi un regalo precioso, asi, que lo voy a compartir con ustedes, este cuento, pertenece a Mariela, y obtuvo una mencion en un concurso, hace poco, asi que aqui lo pongo para que lo disfruten.

Algo me dijo desde el despertar que ese día sería especial.
Una inquietud me recorrió toda la mañana y permanecí en estado de alerta.
Traté de restarle importancia, no tenía mucho tiempo y debía llegar puntual a aquella entrevista de trabajo, esa era mi última posibilidad.
Me sentí ajena a mi misma, casi una extraña, como si la ropa me eligiese a mí y no yo a ella.
Caminé las dos cuadras que me separaban de la vieja estación. Era una tarde calurosa de noviembre, y la humedad brotaba desde las descascaradas paredes. En la boletería, Don Ángel me saludó con el afecto de siempre, mientras decía:
-Tuvo suerte señorita, por poco lo pierde.
El humo espeso de la locomotora envolvió la estación.
Me gusta viajar en tren, sentarme en un rincón, mirar por la ventana, atravesarla y perderme en el paisaje.
En el segundo vagón hay pocos pasajeros, puedo buscar un ángulo solitario
El tren anunció su salida.
Un último pasajero se aproxima lentamente por el pasillo y se ubica en el asiento enfrente a mí. Es una mujer de setenta años o más, delgada, con el pelo teñido de un fuerte amarillo que deja ver un original oscuro.
Sus ojos celestes parecen vacíos y sus labios finos están cuidadosamente pintados.
La mujer mira por la ventana y yo la observo con curiosidad.
Lleva puesto un vestido elegante, de seda, con un estampado de flores, pequeñas violetas esfumadas. Un collar de perlas con doble vuelta decora su pecho.
Lleva sobre la falda un paquete, parece una caja rectangular, envuelta en una tela de pana de un verde oscuro y gastado.
La mujer deja de mirar hacia fuera y agarra el paquete con ambas manos como protegiendo u ocultando algo,
Siento su mirada fija, penetrante y ahora soy yo quién busca atravesar el vidrio.
Intento perderme en el afuera de pasto quemado por el sol y casas humildes desparramadas.
Sé que me está mirando insistentemente, pero a pesar de la inquietud que me provoca no puedo moverme, me siento paralizada.
Mis ojos se van incontrolables hacia ese paquete rodeado de manos viejas, de dedos deformados y uñas cuidadas.
La mujer casi dobla su cuerpo y con los brazos intenta taparlo.
El tren se acerca a la próxima estación. Pienso en bajarme, o quizás cambiar de vagón o de asiento, ya no soporto esa presencia que me agobia, pero no puedo moverme.
La mujer se levanta, la miro de espaldas, camina por el pasillo y se baja.
Me mira temerosa desde el anden.
No entiendo que pasó, suspiro aliviada y sacudo mi cabeza como para despejarme.
En el asiento de enfrente quedó la caja rectangular forrada con el paño de pana verde.
El tren sigue su recorrido, deja atrás a la mujer y su mirada.
No se que hacer. Agarro el paquete, me pregunto si debo entregarlo al inspector o en la estación.
Siento curiosidad, necesito saber que hay adentro. Sé que no es correcto, que no me pertenece, pero no puedo controlar la atracción que me provoca.
Retiro lentamente la tela que deja ver una caja de cartón antigua envuelta con un cordón de hilo rojo.
Sé que ya no puedo detenerme y desato el nudo que libera la tapa.
La caja solo tiene un portarretratos de plata decorado con marfil.
Detrás de un vidrio aguarda una foto amarillenta donde me veo, sentada en un tren con un vestido de seda con flores violetas, un collar de perlas y mis ojos oscuros llenos de asombro.

2 comentarios:

Viviana dijo...

Hola Jota E, que bueno poner aqui el cuento de Mariela, "El viaje", buenísimo, me encantó. Dime ella tiene más cuentos o tiene un blog, si sabes más de ella, me escribes.
Besos

Jota E dijo...

Voy a ver si puedo contactarme con ella, me encanta como escribe realmente, pero no se si tiene algun espacio personal, si lo averiguo te lo comento.