domingo, 23 de septiembre de 2007

La libertad del vuelo.


Una paloma vuela, ser ingrávido por el cielo, y yo la miro, y pienso, y la envidio. Desde mi punto de vista no hay mayor sentimiento de libertad que el que otorga el vuelo, pero claro, con alas propias, no ajenas, poder ir, venir o quedarse, pero con la seguridad que el viaje que uno emprenda no estará delimitado por caminos, ni huellas, solo por la altura que podamos alcanzar por nuestras propias fuerzas.

Y pienso mas profundamente, y me doy cuenta cuan equivocado estoy, es que no puedo envidiar a una paloma, y es que yo también si lo quiero, puedo tener el don del vuelo. Y es que alas no me faltan, es solo que a veces me asustan las alturas, y prefiero el suelo.


Y me lamento, es que la falta de libertad o vuelo, se sufre, pero también se sufre el miedo que da levantarse del suelo, pero una vez, que se anima uno a desplegar sus alas, uno se da cuenta que se puede vivir en el cielo, como las águilas o los gorriones, cerca de las nubes y los luceros. En mi caso puedo ver el mar desde lo alto, y también desde lejos, lo bueno, lo malo y lo feo, puedo ser un pájaro, árbol o marinero, ya que cuando emprendo mi propio vuelo, libero la libertad que aprisiono dentro.

Y todo esto de chicos lo sabemos, y es por eso que los niños con sus alas pueden vencer dragones o invitar a un desconocido a jugar a la pelota, sin importarle en que cree o cual es su apellido. Y no le temen a las alturas, y por eso vuelan, y por eso llevan el corazón en su mano y la libertad en su frente, como un sello.

Pero claro, se madura, se crece, y como somos cada vez mas pesados, mas nos cuesta abandonar el suelo, y las alas, por falta de uso se van atrofiando, y cada vez nos sentimos mas cómodos al nivel de la tierra y no flotando en el cielo.

Y nos vamos olvidando de lo libre que se siente el vuelo, y envidiamos a la paloma que por el ventanal vemos. Pero hoy quiero dejar la envidia de lado y desplegar nuevamente mis alas al viento, y es que quiero de nuevo vencer dragones e invitar a otros a jugar a la pelota aunque no comparta su credo.

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